lunes, 6 de abril de 2009

"LA HISTORIA AL REVÉS"

Universidad
Academia Humanismo Cristiano
UAHC


“La historia al revés”
Ensayo sobre "Los Vencidos" de Nathal Wachtel

Graciela González Corei
Abril 2008.

“La historiografía occidental ha instaurado hace mucho tiempo a Europa como centro de referencia respecto del cual se ordenaba la historia de la humanidad. De acuerdo con una representación simple y unilateral de devenir, todas las sociedades debían pasar por las mismas etapas en el camino del progreso y la civilización, cuyo modelo más acabado lo encontraba Europa en dicha trayectoria, las sociedades no europeas se situaban detrás, como ejemplos de estados de civilización inferior: se trataba de una ideología justificativa de la expansión mundial del occidente y de su hegemonía.”
“Los vencidos”: Natham Wachtel.


Al leer este fragmento del texto de Wachtel, de su libro “Los Vencidos” y al realizar un recorrido por los episodios históricos contados en diversos textos, se puede advertir que la historia a puesto generalmente en el centro de sus relatos a Europa.

Si quisiésemos realizar un análisis histórico de la historia en Oriente y especialmente de América después de la llegada de los españoles, el contar solo con nuestro aprendizaje adquirido en nuestros años de enseñanza obligatoria nos resultaría muy dificultoso ya que en general caso los textos utilizados en ese periodo de aprendizaje abarca etapas de la historia universales tales como antigüedad clásica, edad media (Europa), donde se acentúan las bases de lo que será la iglesia, historia moderna y la historia contemporánea.

Si bien es cierto existen relatos de esta historia, pero hay que considerar que estos son siempre relatos contados desde un enfoque español, ya que corresponden a crónicas, cartas u otros documentos producidos por quienes llegan a colonizar, respondiendo estas a descripciones geográficas, sobre el indígena, las luchas, los procesos de dominación, los sistemas de encomiendas entre otros. Nelson Martínez B. propone reflexionar sobre cual es el proceso de las crónicas y menciona que hay que entenderlas como una unidad provista de significados, pero que está condicionada por el discurso de la época.

Existe una historia occidentalizada, eurocéntrica, una constante en la historia que ha ido dejando siempre a Europa como el eje de la historia.

Para Wachtel por ejemplo, con el descubrimiento de América nace una América para los Europeos, sin embargo América ya estaba antes de la llegada de los españoles, sus pueblos tenían una historia propia. Sin ir más lejos las nominaciones que se han atribuido a este proceso son sumamente occidentales, como los conceptos de “Descubrimiento” y “Conquista”, estos son términos que se pueden cuestionar y me parece relevante hacer mención sobre como se ha utilizado el concepto de conquista, una opción, por ejemplo, es que el diccionario de términos claves históricos, considere y defina la término “Conquista” como lo que ha sido hasta ahora, una ocupación e imposición de términos en territorios no propios por medio de la fuerza.

Wachtel, plantea a mirar o buscar que es lo que pasa con los indígenas desde la llegada de los españoles, conocer la historia de los vencidos, ya que la mirada del “Indio”, no está presente en la historia, está se ha silenciado. Por esto propone desde el momento del contacto de españoles e indígenas, hacer “una historia al revés”, es decir, una especie de invitación a pasar al “Otro lado del espejo”, a cambiar le punto de atención, una mirada que no sea desde la perspectiva occidental.
Esto último es una de las pretensiones de la Etnohistoria, estudiar la evolución de las sociedades que no ha sido “centro”, sino que esas sociedades marginales. En la etnohistoria confluyen dos disciplinas, la antropología y la historia, esta última trabaja principalmente con la evolución en el tiempo de las sociedades a través registros, escritos, documentos, fuentes, por tanto la historia es diacrónica, estudia la evolución de una sociedad en el tiempo. Pero si bien es cierto esta ha sido el soporte de la historia, ¿Qué pasa con las sociedades que no dejaron escritura, esas sociedades o pueblos conocidos como pueblos ágrafos?, estos pueblos sin escritura, pasarán a otra disciplina o sea a otro campo de investigación, esta será la antropología, siendo esta una ciencia que estudia la diversidad en el espacio, (sincronía- sincrónica). Esta área de las ciencias sociales trabajará con los sobrevivientes de las culturas a través de trabajos de campos, observación participante. A través del trabajo en terreno estudiará las características de una determinada sociedad, observa, describe y puede compararla con otra, sin embargo la reconstrucción hacia atrás de estas sociedades será su falencia, ya que trabaja principalmente con la diversidad en el espacio, en un momento y tiempo determinado.

La oposición planteada entre diacronía v/s sincronía, no es tal, ya que la historia también se preocupa de la diversidad y de otros aspectos, esto es lo que aproxima a la historia a la antropología. La antropología por su parte reconoce y sabe que la historia existe, si bien es cierto los puntos de atención de ambas disciplinas están en momentos distintos, pero sin duda el objeto de estudio es igual. “La oposición entre las dos disciplinas nos e reduce, como a menudo se cree, a la de sincronía y la diacronía, a la de la estructura y la praxis, a la de lo formal y lo concreto; estas dualidades definen problemas internos tanto de la historia como la etnología”.[1] Wachtel menciona que en el fondo, diacronía, proceso, método, sincronía, están puestas en ambas disciplinas. De estas dos áreas de las ciencias sociales se afirma la etnohistoria, para rescatar desde lo “indio” y reconstruir, lo importante es según Wachtel, seguir la línea de aquellos que fueron vencidos o derrotados.

Los materiales o elementos que ayudan a reconstruir una época, las crónicas o las que Wachtel llama “fuentes clásicas”, “El recurso de estos documentos exigen de nuestra parte una extrema prudencia; en efecto, Hernán Córtes o Bernal Días del Castillo (para México), Francisco Pizarro, M. de Estete o F. de Jerez (para Perú), se contentan con describir la Conquista desde el punto de vista español, de manera que sus textos, desde nuestra perspectiva, sólo nos interesan en la medida en que permitan precisar las informaciones de los cronistas indígenas.” [2] Si bien es cierto estas son descripciones de lo ocurrido en una época y espacio determinado, no hay que olvidar que estas hay que estas están marcadas de intensiones, son reproducciones europeas, por lo tanto, obedecen a la realidad del español. Las crónicas son construcciones discursivas, por lo tanto hay que superar la visión que estas son foto o reflejo de la época, ya que estas están condicionadas. José Luis Martinez hace mención a que las crónicas se deben entender como un velo que hay que correr para sacar la información del pasado.

Wachtel propone incorporar un segundo tipo de fuente, las que el denomina como “Auténticamente indígenas”, “Existen fuentes auténticamente indígenas. Antes de la llegada de los españoles, los indígenas tenían ya costumbres de perpetuar el recuerdo de los principales acontecimientos de su historia. En Perú, donde los incas ignoraban la escritura, se trataba de una tradición oral; pero en México, los aztecas y los mayas escribían en caracteres ideográficos crónicas que conservaban en verdaderas bibliotecas.”[3]. Estas fuentes, corresponden a descripciones indígenas, historias contadas por los indios. Si bien es cierto, existían sociedades definidas como Agráfas, pero los protagonistas de estas interpretaron sus vivencias y experiencias. Estas fuentes pasaron por la interpretación de quienes escucharos las historias y aunque estén mediadas por la pluma de quien las escribió, provienen del mundo indígena. Si bien es cierto, estas fuentes son de suma importancia a la hora de reconstruir la historia, hay que entender también que estas tiene un doble velo de la realidad indígena, el primero es el paso de la realidad relatada por el indígena que es pasado a la escritura por otra persona y el segundo velo es la traducción de estos relatos al español, ya que originalmente se escribía en lengua del indígena y luego era traducida al castellano.


La otra categoría de fuentes que Wachtel menciona son los referidos a los archivos de administración española, como el cobro de tributo, censos de población, documentos sobre evangelización, entre otros, estos documentos pueden llegar a ser en ocasiones más objetivos que las mismas crónicas, ya que al ser documentos administrativos, sus cargas de intenciones pueden ser las menos, Jhon Murra, propone ir y considerar justamente estas fuentes de información.

Los documentos escritos son fuentes de información, en las que se pueden escuchar la voz de los indígenas. Pero, ¿Cómo se puede hacer o reconstruir una historia de los pueblos que no dejaron registro escrito? Las sociedades sin escritura han privilegiado la comunicación oral, ahora bien, ¿pueden estos considerarse documentos? Los documentos que surgen de la comunicación de los hombres entre si, pueden ser de variadas formas, pero la mantención de estas en el tiempo es determinante a la hora de clasificarla bajo el carácter de documento. Por lo tanto potencialmente no toda comunicación humana es considerada documento.

Para Jacques le Golf, la historia se aplica a dos tipos de materiales: los documentos y los monumentos. El primero surge por elección del historiador, habitualmente es el texto escrito, son un tipo de testimonio, se presenta como una prueba histórica, “Se afirma esencialmente como un testimonio escrito”[4]. El monumento por su parte hace recordar, está cargado de intención, se constituye en testimonio de tiempo pasado, las culturas dejan monumentos, son los testimonios del pasado, son huellas, “Es todo lo que hacer volver al pasado, perpetuar el recuerdo” [5]. En principio existe una división entre documento y monumento, durante el siglo XIX, existe una especie de triunfo del documento sobre el monumento, existe una corriente historiográfica donde se sobrevalora el documento como fuente de información. Fustel de Coulanges menciona que el mejor historiador es aquel que se apega más el texto original, aquel no interviene en nada el documento. “El mejor historiador es aquel que se mantiene más próximo posible al texto”[6]. Esto es parte de la escuela positivista de la historia, donde no cabe la interpretación, donde lo que dice el texto es lo válido, donde se deja que el texto hablo por sí solo. Si se hace una comparación de la historia tradicional, es justamente esto lo que en los libros de historia se encuentra, tienen que ver con esta práctica historiográfica, dejando que los documentos hablen por si mismos, solo describiendo, sin ir más lejos, durante el siglo XIX, el primero en tener una historia general de Chile, es Barros Arana, quien en esta solo describe hechos e intercala una serie de citas que en general es como describen y definen a los indígenas.

Al apegarse de esta manera al documento sin duda se comienzan a generar distorsiones o ciertas conciencias de los mundos indígenas, ya que no existe la interpretación.

Durante la década de los sesenta, se comienza a tener otra mirada, se crea una escuela con la idea de entender que es un documento. Los fundadores de la revista “Annales d´ histoire économique et sociale”, insistirán en ampliar mucho más está visión de documento que se ha venido privilegiando hasta el momento. “La historia se hace con documentos escritos, por cierto. Cuando existen. Pero se la puede hacer, se la debe hacer sin documentos escritos, si no existen”[7]. Esto quiere decir que con todo lo perteneciente al hombre se puede hacer historia. Se puede reconstruir la historia de los pueblos que no la tienen, a través de todo aquello que es manifestación humana. Por lo tanto el contenido del documento no es necesariamente un texto, o un testimonio escrito, sino más bien todo aquello que es producción del hombre, los registros que pueden ser considerados a la hora de hacer o de reconstruir la historia son muchas más elementos, los sentimiento de los hombres, la historia de los sujetos. Esta sería la gran revolución documental de la que nos habla Jacques le Golf, esta revolución que será un golpe a la cátedra, donde habrá un cambio cualitativo y cuantitativa, donde se considerarán las historias no contadas, esas que han quedado subsumidas, no solo esas historias de los grandes hombres, no solo la historia política, militar, de elite o diplomáticas. Jacques Le Golf, menciona que “La revolución documental tiende también a promover una nueva unidad de información: en el lugar del hecho que conduce al acontecimiento y a una historia lineal, a una memoria progresiva, privilegia el dato, que lleva a la serie y a una historia discontinua”.

Es importante considerar que hay una serie de saberes que van corriendo paralelamente con la historia y que la historiografía no rescata, esto permite conocer otro tipo de vida, permite rescatar la historia de ciertos sectores que no han sido considerados en la historia tradicional, como lo son por ejemplo los sectores populares, las mujeres, los jóvenes, entre otros, existen pocos relatos históricos de algunos de estos temas en la historia de la aristocracia por ejemplo o de las elites, nos preguntamos, ¿Dónde están presente las mujeres o los jóvenes en estas historias contadas?, ¿Qué pasaba con los sectores populares cuando se está contando la historia de un acontecimiento importante?, es necesario hacer protagonistas a otros sectores, existen tantas historias escondidas que vale la pena rescatar y contarlas.

Se hace necesario, a mi juicio, entender el documento como algo mucho más amplio, no solo como un texto escrito, existen otras producciones humanas que pueden ser consideraras para reconstruir una historia, por ejemplo, las ropas, las artes, muebles, ¿Por qué no ir a las expresiones artísticas como el teatro, dibujos, música, cantos?, todo aquello que ha sido representación humana, puede ser un documento interesante para hacer historia.
En este caso, donde el documento cumple con una definición más amplia, se puede entender que este también tiene una connotación de monumento, este monumento que sirve, como se menciona anteriormente, para recordar ya que las culturas dejan sus monumentos como huellas en el tiempo.


BIBLIOGRAFIA
Le Golff, Jacques.
El orden de la memoria. El tiempo como imaginario. Segunda parte capítulo I (pp.131-183)

Martínez B., Nelson.
Las crónicas hispanas y las voces del otro. En Martínez C., José Luis “Los Discursos sobre los otros”. (pp. 25-61)

Martínez C., José Luis.
Documentos y Discursos. Una Reflexión desde la Etnohistoria. En Martínez S., José Luis “Los Discursos sobre los otros” (pp.127-158)

Thurner, Mark.
Después de la Etnohistoria: eencuentros y encuentros entre discurso antropológicos e históricos.

Wachtel, Nathan.
Los vencidos. Los indios del Perú frente a la conquista española (1530-1570), Introducción (pp.23-34)

Apuntes tomados en clases.

[1] Wachtel, Nathan, “Los Vencidos”, (pag-25-26)
[2] Wachtel, Nathan, “Los Vencidos” (pag, 32)
[3] Wachtel, Nathan, “Los Vencidos” (pag, 28)
[4] Jacques Le Golf “El Orden de la Memoria”; El Tiempo como imaginario (pag228)
[5] Jacques Le Golf “El Orden de la Memoria”: El Tiempo como imaginario (pag227)
[6] Jacques Le Golf “El Orden de la Memoria”; El Tiempo como imaginario (pag228)
[7] Jacques Le Golf “El Orden de la Memoria”; El Tiempo como imaginario (pag231)

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